Los años de Marisol ya pasaron. Y los de Salomé. Desde entonces, no levantamos cabeza. Pero oigan, entre lo malo y la vergüenza cuidemos el ridículo. En una noche en la que Europa votó por el sentimiento y la buena música de Portugal, España ejecutó una actuación calamitosa.

Y no lo decimos nosotros. Lo dijeron los millones de espectadores del show musical. Los jurados no nos dieron ni las gracias. Y el televoto nos regaló 5 puntos, algo que salvó el cero en el marcador, pero que no valió para abandonar el último puesto en la clasificación.

La peor es que ser los últimos de los 26 países participantes no fue una sorpresa. Desde el primer momento la cosa no pintaba bien. Al pobre Manel Navarro, nuestro representante en el concurso, le llovieron las críticas por fraude y tongo en su elección. Pocos apoyos tenía el joven. Nos olíamos un mal resultado, y la actuación fue lo peor de lo peor.

1494347863_221495_1494348615_noticia_normalAl chaval le quedó muy grande el concurso. Una puesta en escena pobre, acompañado de tres jóvenes surferos, como sacados todos de una cuenta de instagram. Una imagen cutre, de una canción que no daba la talla. Lo que dimos en cambio fue la nota, y Manel el que más.

A alguien se le ocurrió la brillante idea hacer el arreglo de la canción con un potente agudo del cantante. Y a Manel… se le fue de todas todas. La canción no era de las favoritas, la puesta en escena no era ni de media tabla… y el despropósito del gallo del cantante lo acabó de arreglar. La cosa después no mejoró mucho, porque el joven, nervioso, ya no pudo ni recuperar el tono de la canción.

Al final lo de siempre. Desastre y para casa. En parte la culpa es de nuestra gracia natural, por aquello de tomarnos Eurovisión a la broma. Bromas como las que las redes tenían preparadas para Manel.  Un chico sin experiencia, en un evento de tan gran alcance, con un material musical flojo y una imagen de verbena. El chiquilicuatre lo hizo mejor.